¡Hola de nuevo! Si habéis leído la entrada anterior, recordaréis que mencioné algo sobre la ilusión que me hacía dedicar la primera entrada a Studio Ghibli. Como al final decidí escribirla sobre Mother de Bong Joon-ho porque me había entrado una obsesión importante con ella, me juré a mí misma que lo otro no pasaría de esta semana. ¡Y lo he cumplido! Aquí os traigo, para vuestro disfrute, la reseña de una de las producciones más bonitas de la empresa nipona: Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo) (2008), o simplemente Ponyo.
Esta preciosidad es la novena película de Hayao Miyazaki dentro de Ghibli, y la penúltima que dirigió antes de retirarse. Cuenta la historia de la pequeña Brynhildr/Ponyo, hija de la reina marina Granmamare, que escapa de su padre, Fujimoto, para visitar la superficie. Durante el viaje, la princesa se mete en problemas y es salvada por un niño llamado Sosuke, del que se enamora perdidamente por su dulzura y su bondad. A partir de este suceso se desarrolla toda la aventura, cuyo parecido con La Sirenita de Hans Christian Andersen es más que evidente.
El largometraje dura una aproximadamente 1 hora y 40 minutos, y cuenta con un reparto excepcional tanto en la versión original como en la traducida al castellano. Hay una curiosidad a destacar en este sentido, y es que nuestro Sosuke está doblado por una mujer, Pilar Martín, mientras que en Japón contrataron a un niño para esta tarea. A dicha actriz la conocéis por ser la voz habitual de Miley Cyrus y Ashley Olsen, pero ha hecho otros trabajos en el ámbito de la animación japonesa: Sakura Haruno (Naruto), la enfermera Joy (Pokemon), Sherry Belmont (Zatch Bell)...
Como información destacada, debéis saber que Ponyo estuvo en un tris de participar en los Oscar de 2009. Fue preseleccionada en la categoría de 'Mejor película de animación'; por desgracia, no obtuvo el respaldo necesario de los miembros del jurado y se quedó a las puertas la gala. Sí que compitió el año anterior en el Festival de Cine de Venecia por el 'León de oro' contra otros directores de su país como Mamoru Oiishi y Takeshi Kitano.
Análisis y opinión
Desde 1989, año en que se estrenó Nicky, la aprendiz de bruja, hasta la llegada de Ponyo en el acantilado, Ghibli no había dirigido ninguna de sus obras al público infantil. Y es que, por lo general, las cintas del estudio japonés traen consigo argumentos, personajes y enseñanzas de gran complejidad, difícilmente abarcables para la mente inmadura y poco instruida de un niño. Como ejemplo pondré la famosísima Porco Rosso (1992), cuyo contexto no se entiende sin cierto conocimiento de la situación política y social de la Europa de entreguerras (1918-1939). Por ello, Ponyo es un soplo de aire fresco en la filmografía de la empresa.
Si hay algo que destaque de la película, es la sencillez que presentan su animación, hecha a mano por los dibujantes del estudio, y el desarrollo de su historia, que es lineal y bastante fácil de seguir a cualquier edad. A pesar de lo anterior, sería un gran error pensar que Ponyo es una cinta simplona y vacía. Como toda producción de Ghibli, tiene su parte educativa y de reflexión sobre la vida o alguna cuestión de interés general, que aquí se dirige, en gran parte, a los pequeños de la casa.
Como telón de fondo para la historia de Sosuke y Ponyo, tenemos una potente crítica a la actitud irrespetuosa de los humanos hacia la naturaleza que los rodea. El personaje que mejor recoge esta queja es Fujimoto, un hechicero que decidió trasladarse a las profundidades del mar para vivir lejos de la contaminación. En este sentido, también destaca la escena en la que Brynhildr llega por fin a la costa y se ve atrapada en una red de recogida de basuras, repleta de los objetos más sorprendentes que os podáis imaginar. Aunque logra salir de allí con mucho esfuerzo, no se va sin llevarse, de manera involuntaria, un pequeño regalo: un bote de cristal que atrapa la mitad de su cuerpo y le impide respirar con normalidad.
Los otros temas que podemos encontrar a lo largo de Ponyo en el acantilado son algo más amables que el anterior. Encontramos, por un lado, que Miyazaki da un gran protagonismo a los niños y su fascinante mundo de ingenuidad y optimismo. Así, veremos cómo Sosuke y Ponyo muestran una actitud positiva ante todos los problemas que van surgiendo a lo largo de la aventura, por muy grandes que sean y sin importar quién tiene la culpa - por ejemplo, el niño nunca relaciona la gran tormenta y las inundaciones con el regreso de su amiga pez. Gracias a ello, suelen encontrar una solución fácil y rápida para resolverlos.
Por otro lado, el director japonés homenajea en su largometraje a los ancianos, que aparecen representados por las mujeres de la residencia Los Girasoles. La más notable de todas ellas es la señora Toki, una abuela solitaria, cascarrabias y un tanto supersticiosa que va tornándose más y más interesante con el paso de sus intervenciones.
El tercer reconocimiento a mencionar, y quizás el más importante de todos, es el que se llevan las progenitoras. Tanto Lisa como la Granmamare son mujeres independientes y luchadoras que tienen un gran peso en su entorno. De hecho, el conflicto final de la película no se resolvería sin la presencia de ambas. La primera reparte sus horas entre el centro geriátrico del pueblo, donde trabaja como enfermera, y su hogar, en el que cría prácticamente sola al pequeño Sosuke ante las ausencias prolongadas de su esposo marinero. La segunda casi nunca está en casa porque reinar los mares requiere mucho tiempo, pero cuando aparece, su papel como madre es inmejorable.
Además de la riqueza temática, Ponyo en el acantilado tiene otro punto a su favor, y es que mezcla leyendas y cuentos de diversos lugares del mundo y logra crear una mitología propia que resulta fascinante. Estas son las referencias que he encontrado por el momento:
1º La historia parte desde el cuento de La Sirenita, escrito por Hans Christian Andersen en 1837.
2º La figura de la Granmamare tiene como origen al dios marino de las culturas clásicas occidentales, llamado Poseidón (en Grecia) o Neptuno (en Roma).
3º Ponyo es una carpa dorada, que según una leyenda japonesa simboliza la paciencia y la perseverancia. Ambas cualidades están muy presentes en ella.
4º El verdadero nombre de la pececita es Brunilda o Brynhildr. Este es el nombre que recibió una de las valquirias que sirven al dios nórdico Odín bajo las órdenes de Freya. Puede que Miyazaki eligiera este nombre con el fin de acentuar la fortaleza de la pequeña princesa.
Una peculiaridad de Ponyo en el acantilado, y que comparte con otras obras de Studio Ghibli, es que la existencia de lo sobrenatural parece un secreto a voces. Ningún personaje - excepto la señora Toki y Sosuke en determinados momentos - se sorprende por la apariencia semihumana de Ponyo; y Lisa casi ni se inmuta al verla transformarse en una niña. Además, la acepta como a cualquier otra amiga de su hijo Sosuke, sin hacer más preguntas que las usuales: "¿A qué se dedica tu papá? ¿Y tú mamá?". Por tanto, la cinta de Miyazaki pertenece, a todas luces, a la famosa corriente del 'realismo mágico', que pretende llevar lo fantástico a la categoría de real.
Respecto a la banda sonora, no hace falta explicar demasiado cuando aparece de por medio el nombre de Joe Hisaishi, porque todas sus creaciones emanan una belleza y una adorabilidad sin igual. Este compositor y director de orquesta se ha vuelto especialmente conocido desde que empezó a colaborar con Hayao Miyazaki. De sus virtuosas manos han salido las partituras de La princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2002), El castillo ambulante (2004) y otras películas de Ghibli. Ponyo en el acantilado supone su noveno trabajo con el fundador del estudio.
Si hay algo que destaque de la película, es la sencillez que presentan su animación, hecha a mano por los dibujantes del estudio, y el desarrollo de su historia, que es lineal y bastante fácil de seguir a cualquier edad. A pesar de lo anterior, sería un gran error pensar que Ponyo es una cinta simplona y vacía. Como toda producción de Ghibli, tiene su parte educativa y de reflexión sobre la vida o alguna cuestión de interés general, que aquí se dirige, en gran parte, a los pequeños de la casa.
Como telón de fondo para la historia de Sosuke y Ponyo, tenemos una potente crítica a la actitud irrespetuosa de los humanos hacia la naturaleza que los rodea. El personaje que mejor recoge esta queja es Fujimoto, un hechicero que decidió trasladarse a las profundidades del mar para vivir lejos de la contaminación. En este sentido, también destaca la escena en la que Brynhildr llega por fin a la costa y se ve atrapada en una red de recogida de basuras, repleta de los objetos más sorprendentes que os podáis imaginar. Aunque logra salir de allí con mucho esfuerzo, no se va sin llevarse, de manera involuntaria, un pequeño regalo: un bote de cristal que atrapa la mitad de su cuerpo y le impide respirar con normalidad.
Los otros temas que podemos encontrar a lo largo de Ponyo en el acantilado son algo más amables que el anterior. Encontramos, por un lado, que Miyazaki da un gran protagonismo a los niños y su fascinante mundo de ingenuidad y optimismo. Así, veremos cómo Sosuke y Ponyo muestran una actitud positiva ante todos los problemas que van surgiendo a lo largo de la aventura, por muy grandes que sean y sin importar quién tiene la culpa - por ejemplo, el niño nunca relaciona la gran tormenta y las inundaciones con el regreso de su amiga pez. Gracias a ello, suelen encontrar una solución fácil y rápida para resolverlos.
Por otro lado, el director japonés homenajea en su largometraje a los ancianos, que aparecen representados por las mujeres de la residencia Los Girasoles. La más notable de todas ellas es la señora Toki, una abuela solitaria, cascarrabias y un tanto supersticiosa que va tornándose más y más interesante con el paso de sus intervenciones.
El tercer reconocimiento a mencionar, y quizás el más importante de todos, es el que se llevan las progenitoras. Tanto Lisa como la Granmamare son mujeres independientes y luchadoras que tienen un gran peso en su entorno. De hecho, el conflicto final de la película no se resolvería sin la presencia de ambas. La primera reparte sus horas entre el centro geriátrico del pueblo, donde trabaja como enfermera, y su hogar, en el que cría prácticamente sola al pequeño Sosuke ante las ausencias prolongadas de su esposo marinero. La segunda casi nunca está en casa porque reinar los mares requiere mucho tiempo, pero cuando aparece, su papel como madre es inmejorable.
Además de la riqueza temática, Ponyo en el acantilado tiene otro punto a su favor, y es que mezcla leyendas y cuentos de diversos lugares del mundo y logra crear una mitología propia que resulta fascinante. Estas son las referencias que he encontrado por el momento:
1º La historia parte desde el cuento de La Sirenita, escrito por Hans Christian Andersen en 1837.
2º La figura de la Granmamare tiene como origen al dios marino de las culturas clásicas occidentales, llamado Poseidón (en Grecia) o Neptuno (en Roma).
3º Ponyo es una carpa dorada, que según una leyenda japonesa simboliza la paciencia y la perseverancia. Ambas cualidades están muy presentes en ella.
4º El verdadero nombre de la pececita es Brunilda o Brynhildr. Este es el nombre que recibió una de las valquirias que sirven al dios nórdico Odín bajo las órdenes de Freya. Puede que Miyazaki eligiera este nombre con el fin de acentuar la fortaleza de la pequeña princesa.
Una peculiaridad de Ponyo en el acantilado, y que comparte con otras obras de Studio Ghibli, es que la existencia de lo sobrenatural parece un secreto a voces. Ningún personaje - excepto la señora Toki y Sosuke en determinados momentos - se sorprende por la apariencia semihumana de Ponyo; y Lisa casi ni se inmuta al verla transformarse en una niña. Además, la acepta como a cualquier otra amiga de su hijo Sosuke, sin hacer más preguntas que las usuales: "¿A qué se dedica tu papá? ¿Y tú mamá?". Por tanto, la cinta de Miyazaki pertenece, a todas luces, a la famosa corriente del 'realismo mágico', que pretende llevar lo fantástico a la categoría de real.
Respecto a la banda sonora, no hace falta explicar demasiado cuando aparece de por medio el nombre de Joe Hisaishi, porque todas sus creaciones emanan una belleza y una adorabilidad sin igual. Este compositor y director de orquesta se ha vuelto especialmente conocido desde que empezó a colaborar con Hayao Miyazaki. De sus virtuosas manos han salido las partituras de La princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2002), El castillo ambulante (2004) y otras películas de Ghibli. Ponyo en el acantilado supone su noveno trabajo con el fundador del estudio.
En resumidas cuentas, solo queda decir que Ponyo en el acantilado es una de esas películas de dibujos que hay que ver antes de morir. Sin lugar a dudas, es una película ideal para entretener a los niños e introducirlos en el fascinante mundo de la animación japonesa. Y no solo eso; vosotros también la disfrutaréis mucho, ya que os resultará divertidísima y encantadora a partes iguales. Estoy casi segura de que querréis repetir ;)
Mata ne! ¡Un abrazo~♥!
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